Un Poema Casi Inventado

lunes, 27 de julio de 2009

XVI

CAPITULO XVI

La oportunidad de conocer a la madre de Celeste se me presentó, como era de esperar, la tarde en que fui por primera vez a su casa. No era muy grande su parecido, salvo en detalles que no me preocupé en descubrir. Una madre que disfrutaba de su propia voz pero que no era entrometida, aunque hiciese muchas preguntas. El resto de su familia la conocí por las fotos que vi diseminadas por su casa. Había poco que me llamase la atención de ellos. Verdaderamente no tenía mucho interés en conocerlos. Saber que conocía más de Celeste que todos ellos me incomodaba.
Estábamos aburriéndonos como en cualquier tarde gris, con el agregado de un televisor roto y algunas películas que no podíamos ver. Presté atención al silencio de la casa, me entretuve imaginando los sonidos que seguramente existían más allá de la ventana que daba al parque.
- Lo bueno de esta casa es que conozco a quienes hablan detrás de las paredes – me dijo Celeste.
- Nunca antes habías pensado que eso podía ser algo bueno.
- La verdad que no, tampoco sé si es algo tan bueno.
- Sí, es bueno. Quiero decir, debe ser algo bueno.
Tomamos un café preparado por ella. Sólo fuera de casa tomaba café. Luego, Celeste me dejó por un momento y reapareció con una cámara de fotos.
Ser capturado en imágenes no me complacía demasiado. Es aburrido ver fotos propias y mucho más cuando uno no sale como se imagina. Pero, de todas formas, nos fotografiamos.
Mientras tanto, una inesperada lluvia empezó a caer. Y por la ventana podíamos ver como el agua se abría paso entre el crecido césped, formando pequeños charcos, hundiéndose rápidamente en la tierra. No tomamos imágenes de todo esto. Particularmente, no quería ver como aumentaban los milímetros de agua. Recordé cuando días atrás, abatido por el alcohol, deseaba tirarme al mar. Hundirme en el agua y abandonar la tierra, cosas que ocupaban mi cabeza y de las que no quería llevar registro.
Buscaba lograr una buena fotografía de nosotros, que no nos mostrase muy alegres para no desconfiar de ella en el futuro. Abrazados muy juntos y con unas débiles sonrisas por la incomodidad de la cámara. Esa fue la imagen ideal para quedarse en el presente.
Con lentitud parecía caer la lluvia, como si pudiéramos detenerla con la mirada tranquila que le dirigíamos. Terminé por odiar al mundo sin ninguna razón, sólo porque sí, porque no se parecía en nada a lo que imaginaba que debía ser. Y entonces me sentí atraído por la lluvia, que produjo en mí una paz verdadera, mucho más intensa que la generada por otra fuerzas de la naturaleza. Deseé que la lluvia cayera dentro de la casa, mojando todo, formando charcos alrededor de nuestros pies. ¿Tenés un paraguas? Sí, tengo, espera que lo busque. Como el agua no me empapaba me dieron ganas de salir afuera. Te vas a enfermar. Pero no hace frío. Sólo es un poco de lluvia. La misma lluvia sorpresiva que nos mojó cientos, miles de veces.
Salimos un momento al patio provistos de un hermoso paraguas color rojo. Estás haciendo que me moje toda. No, si es una lluvia de nada. No me acostumbré al paraguas y caminé hasta el centro del patio y me quedé ahí hasta sentir que mi pelo estaba completamente mojado.
No me enfermé esa vez, ni tampoco después. Me gusta como tenés el pasto. Todo parejito. ¿Puedo venir a tirarme a ver las nubes? Cuando cambie el clima. Podés hacer lo que quieras.
Repentinamente, dejó de llover. El sol reapareció haciendo brillar todas las superficies en las que descansaba el agua. Todo volvió a la normalidad, como suele decirse. Celeste madre preparó un té preguntándose a sí misma quien carajo nos mandó salir afuera con esta lluvia. Por uno de los ventanales vimos el nacimiento de un arco iris. ¿Cuántos colores tiene? Dicen que siete, pero yo no veo tantos. ¿Habrá que pedir un deseo? No es una estrella fugaz, pero puede ser que cumpla algún deseo, si es que alguien se lo pide. Hoy quiero pedir uno. ¿Adónde vas? Voy a sacarle una foto a un arco iris.

1 comentario:

  1. Me interesó cómo cambió el texto más o menos por la mitad, donde no había separación en cuál de los personajes hablaba, aunque obviamente se entendía. Un saludo.

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