Un Poema Casi Inventado

lunes, 6 de julio de 2009

IX

CAPITULO IX

Tiempo de escribir un nuevo relato. Me encantaba un tema de Iron Maiden llamado “Infinite Dreams”. Quería hacer algo con esos sueños.
La noche era silenciosa, no había voces molestas y el tránsito en la calle era menor, por eso podía concentrarme con más facilidad a la hora de escribir, que últimamente se estaba convirtiendo en una costumbre. Por suerte.
El misterio seguía siendo un tema recurrente de mis cuentos. Así como ocultaba cosas de mi vida, quería mantener ocultas ciertas partes de los relatos para generar angustia al leerlos. Era una forma de transmitir el dolor, desentendiéndome de extensas descripciones y explicaciones detalladas.
Los sueños placenteros terminan rápidamente y son la razón de que sea tan odioso despertarse para un nuevo día. Con las pesadillas me pasaba lo contrario, eran interminables. Se convertían en grandes historias, cada vez más y más terroríficas y que no guardaban el menor sentido. En las peores, llegado a un punto de extensión en el tiempo, tomaba conciencia de que estaba formando parte de un mal sueño, sin embargo, al querer despertar, no podía hacerlo y me veía embargado de una gran impotencia. Eso era peor que la pesadilla misma. Verme encerrado en la eternidad. No despertaba luego, como muestran en las películas, con un grito y sentándome en la cama, por el contrario, sacudía involuntariamente alguna parte de mi cuerpo y despertaba tratando de entender que nada había sido real. Mis gritos eran ahogados, sordos, tal como debían ser para no ser percibidos.
Gustavo dormía en la cama, hasta que un fuerte viento abrió la ventana rompiendo uno de los vidrios. Entonces despertó y miró a su lado notando que su mujer no estaba. Lo primero que pensó fue que ella estaría abajo mirando televisión. Pero cuando bajó no la encontró sola, sino con el brazo de un hombre apretándole su cuello y un arma apuntándole a la cabeza. A su izquierda, otro hombre con una pistola le apuntaba a él, y además, lo saluda con un “Buenas noches”. Luego aparece un tercero comiendo una torta de cumpleaños, lo sigue otro más que llevaba consigo una escopeta y un sobre con quince mil pesos. La mujer no comprendía absolutamente nada. El hombre que tenía en la mira a Gustavo era el líder y ambos se habían conocido por negocios. “Seguramente se acuerde de mí, y de lo que habíamos pactado”, le había dicho, estas palabras intrigaron a la mujer. Pero el hombre acabó con ella de un disparo.
Ese no fue el fin, porque todo comenzó de nuevo con el disparo. Gustavo despertó, creyendo que lo hacía de una pesadilla, pero la ventana estaba abierta como en su sueño y su mujer tampoco descansaba con él. Cuando bajó las escaleras vivió nuevamente lo que pensó que sólo había acontecido en su sueño. Aunque no fue un simple sueño, según le hizo saber el líder diciéndole: “nos volvemos a ver”. El desenlace fue el mismo, su mujer asesinada por un disparo. Y como en la vez anterior, Gustavo despertó de su sueño luego del disparo, bajó las escaleras nervioso. Sin embargo, nada aconteció, todo se encontraba a oscuras y nadie había entrado a la casa. Hasta que finalmente se topó con el cuerpo de su esposa en el piso, asesinada.
Concluí el cuento y di fin al sueño infinito. Los castigos en el infierno eran eternos, el condenado tenía que sufrir una misma pena por toda la eternidad. Yo me compadecí de Gustavo y le hice realidad su sueño para que no tuviera que cargar con ese castigo eterno.
Había detalles que al volver a leerlos me parecían extraños. ¿Cuándo un ladrón dice “Buenas noches”? Claro que no era un ladrón simplemente, era alguien que había entrado en los sueños de una de sus víctimas. Pero me preocupaba la falta de verosimilitud de ese “Buenas noches”. Tal vez ninguna persona que lo leyera repararía en ese detalle, teniendo en cuenta el relato en su totalidad. Jamás me había preocupado por la verosimilitud hasta ese entonces, esa palabra no era conocida por mí. Me interesaba contar una pequeña historia, que fuese creíble no era de importancia.
El saludo amistoso de un ladrón cambiaba todo. Evidentemente, Celeste estaba haciendo algo malo conmigo. Quería perfeccionarme. Ella no me lo pedía pero yo quería hacerlo. Aún no le había dado a leer ninguno de mis cuentos, pero pensaba hacerlo y quería que tuviera una buena impresión de mí. No era necesario, porque no iba a conocerme mejor leyéndome, no iba a cambiar su visión de mí. Pero, pese a esto, de ahí en más escribiría para ella.

2 comentarios:

  1. Oh, mire al señor, tiene un Blog muy interesante, lo agregaré a los links amigos del mío, para verlo cada vez que actualizás. Un saludo.l

    ResponderEliminar
  2. Shalom, he venido a escribir un comentario.

    Empiezo con una corrección: 'atravesar' va con S (eso que es uno de tus intereses).


    Eso de transmitir dolor omitiendo partes de lo que escribis suena interesante, aunque dudo que pueda generarse tristeza a partir de eso. De cualquier forma, es una idea ciertamente reloca, llamativa y joroschó.


    "Desentendiéndome de extensas descripciones y explicaciones detalladas."

    Sobre eso solo puedo decir que... sos un vago.

    Si adivinás quién soy te regalo un chupetín. Seguramente haga mucho que no comés uno.

    ResponderEliminar