Un Poema Casi Inventado

miércoles, 8 de julio de 2009

X

CAPITULO X

Había una motivación Celeste para escribir, que tal vez pudiera haberse trasladado a otras actividades si las hubiese tenido. Era necesario que me acercara más a ella para desarrollar mi ofuscada creatividad. Era algo distinto al amor lo que me atraía, un deseo de bienestar momentáneo que se manifestara en palabras. Un deseo que no recordaba haber tenido.
Hablé con Celeste ese fin de semana, durante la noche en el pool, como solíamos hacer. Ese ambiente era inofensivo para nosotros dos, nunca sucedía algo fuera de lo común que nos alarmara.
- ¿Siempre tomás cerveza? – Me preguntó Celeste.
- Acá, de vez en cuando. Por lo general, tomo cerveza en Palmira, o antes de salir. En realidad no me gusta tanto la cerveza, prefiero las bebidas más fuertes.
- ¿Y por qué tomás cerveza?
- Porque todo el mundo toma cerveza, supongo. Además, cuando salgo no sé que pedir, me cuesta elegir. Por eso para hacerla más simple voy a lo seguro y termino tomando cerveza.
- Te dejás llevar por la mayoría.
- Sí, pero para no complicarme la existencia.
- Me parece que tu existencia ya está complicada.
- La vida es complicada.
- Acordate de que me tenés que pasar algo de lo que escribís.
- Sí, después te paso algunas cosas.
El lugar era inofensivo pero ruidoso. Los taconazos a las bolas de billar parecían responder a un ritmo que se repetía. Las conversaciones entrecortadas alrededor de cada mesa tapaban la música que no era de mi agrado.
Celeste también prestaba atención a los ruidos. Pensé que podría enamorarme de ella, aunque sabía que no sería feliz conmigo. Pero lo pensaba cuando estaba cerca de mí.
Un tiempo atrás había escuchado en una radio acerca de la música concreta, que se hacía con cucharas u otros elementos. Luego tomé conocimiento del arte sonoro, una música que se compone con los sonidos del ambiente. Cada persona puede crear su propia música con tan solo escuchar lo que sucede a su alrededor.
En ese lugar había mucha música, tanta como para editar un buen disco. Las melodías no eran nítidas pero no quería melodías en ese momento. Escuchaba los sonidos amontonados y dispersos, y yo los ordenaba según mi parecer.
Salimos de allí y caminamos un poco. Todas las noches había picadas de autos en Constitución y Patagones. Yo deseaba que alguno se matara con el auto porque las carreras no me interesaban. Tampoco me gustaban los autos, pero hacían mucho escándalo y era imposible no prestarles atención.
- ¿Te gustan las picadas? – Le pregunté a Celeste.
- Más o menos. No me interesan mucho.
- A mí tampoco, pero ya que estamos acá vamos a ver.
Apenas nos desplazamos un trecho el semáforo se puso en verde y dos autos salieron arando. No supimos cuál ganó, al final de la cuadra continuaron su camino seguidos por otros autos que emitían el mismo ruido ensordecedor.
Cuando el tránsito volvió a la normalidad, pude oír a Celeste caminar. Recordaba a los autos en silencio.
- Ahora podemos escuchar nuestros propios pasos – le comenté.
- Sí, es la primera vez en esta noche que me escucho caminar.
- Cuando camino, a veces me canso de mantener un mismo ritmo, entonces demoro el paso para cambiar y escucho los sonidos con más detenimiento.
- Yo no camino mucho. A la escuela voy en bici y si tengo que ir a otra parte o ver a una amiga también uso la bicicleta.
- Podés escuchar tu respiración. Como si fuera música. Aunque no lo creas es entretenido.
- Tenés unas formas de divertirte muy raras.
- No es que sea divertido, es entretenido, es una manera de distenderme.
- Lo malo es que siempre vas a escuchar la misma música porque vas a caminar y a respirar igual que como lo hiciste toda tu vida.
- Pero la música que escuche depende del estado mental en que me encuentre. Según cómo me sienta voy a prestar atención a determinada clase de sonidos.
- Me sigue siendo difícil de entender.
Caminamos hasta la playa y nos sentamos a ver la espuma blanca de las olas en medio de aquella oscuridad. El sonido de las olas parecía no repetirse jamás. Como no sabía que más decirle la besé.

1 comentario:

  1. Es una historia muy bonita, sí señor, me gusta cómo escribe, joven señor. Un saludo.

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