domingo, 21 de junio de 2009
UN POEMA CASI INVENTADO
LIBRO PRIMERO
CAPITULO PRIMERO
El verano pasaba con rapidez y todas las salidas programadas quedaban en la nada. Solía entretenerme planeando lo que sería un verano ideal, como los que anticipan las propagandas de cerveza, pero luego los días se desvanecían sin que nada sucediera. Todas las personas con las que hablaba durante el año, desaparecían de mi vista durante el verano, lo que hacía que me planteara varias suposiciones sobre sus paraderos. Sin embargo, también me complacía de aquella soledad, porque me permitía despreocuparme de todo lo que hacía o dejaba de hacer. Nadie se preocupaba por mí, y eso era algo muy bueno porque así no podían molestarme.
Todos los días transcurrían con calma. No me veía envuelto en situaciones conflictivas y mis emociones no necesitaban salir a la luz. Era el equilibrio deseado, que lograba al mantenerme alejado del contacto prolongado con personas.
De todas maneras, la burbuja en algún momento se rompía, y dejaba vía libre para algún intruso. Pero era bueno que eso sucediera, ya que era algo así como salir del agua a tomar aire para volver a sumergirme.
Y en ese lapso en que tomaba aire, veía alrededor para enterarme de lo que acontecía, es decir, salía de mi encierro e iba a alguna parte. Así, también reavivaba mis hipótesis acerca del destino de aquellos con quienes solía tratar. Porque daba la casualidad de que no podía encontrar a uno solo de ellos.
Creo que se confundían entre la gente extraña que atiborraba la ciudad. Estaban rodeados de seres humanos y por eso no podía verlos. Mis ojos no estaban entrenados en la tarea de reconocer amistades. Además, cambiaban su apariencia con mayor frecuencia de la que yo estaba acostumbrado a asimilar. La ropa de verano era igual para turistas y locales, y los colores no llamaban mi atención. Pero éstas eran solamente excusas, la verdad era que no quería encontrarme con nadie. Si eso pasaba, lo aceptaba y trataba de que no fuera un mal momento. Aunque mi deseo era que eso nunca ocurriera para no desestabilizarme.
Muy fácilmente se quebrantaba la paz y era algo difícil reestablecerla. Luego de comunicarme con una persona quedaban rondando en mi cabeza sus expresiones, sus gestos, los movimientos de sus brazos, su postura y, según la estima que le tuviera, las palabras que pronunciaba. Aunque este último caso se daba excepcionalmente.
Me había pasado con algunas pocas personas, de recordar luego de finalizada una conversación, cada una de las palabras, cosa de que pudiera reproducirlas en mi mente interminablemente, aún cuando no lo deseara.
Resulta claro que siendo de este modo, era preferible que evitara cualquier tipo de contacto a fin de preservar la paz. La rutina era agradable mientras no pensara que fuera rutina. De hacerlo, sería otro motivo para perder el equilibrio. El de darme cuenta de que no daba ningún paso y que por esa razón no caía.
En cuanto me daba cuenta de esa situación sobrevenía la angustia, que era lo verdaderamente doloroso. Sentía que estaba parado sobre una cuerda, sostenida en el aire sin que pudiera al menos distinguir sus extremos, y mi cuerpo estaba cansado y no tenía deseos de avanzar o retroceder, tan solo me conformaba con permanecer allí. Pensaba que de alguna forma todo se resolvería.
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el titulo es de un poema de bukowski
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